El Desierto de Danakil en Etiopía, la Puerta del Infierno

Cualquiera que pueda ver un reportaje fotográfico del Desierto de Danakil, en Etiopía, sin saber de lo que se trata, bien podría asegurar, sin miedo a equivocarse, que está viendo la superficie lunar o las imágenes de algún planeta. Y no es para menos…

Situado al norte del país y al sur de Eritrea, Danakil es una inmensa llanura salpicada por todas partes de mares de sal y volcanes activos, que convierten su entorno en una amalgama de verde, blanco y amarillo, debido a la gran cantidad de azufre y otros minerales que contiene el suelo.

Sin duda alguna, no es un lugar como para pasar unas vacaciones. Aunque sí para tomar el sol. Dicen los que han ido por allí que la única sombra en cientos de kilómetros a la redonda es la que se consigue haciendo una pequeña visera con las manos.

El Desierto de Danakil es una de las zonas más inhóspitas del planeta. No en vano es tal vez el punto más bajo de la tierra no cubierto por agua, situado a más de cien metros bajo el nivel del mar. Con estos datos a uno ya le entran sudores, sin necesidad de estar por los alrededores.

De todos los volcanes activos de la zona el más interesante es el Volcán Dallol, que no deja de producir, como un perfecto artesano, manantiales ardientes de colores anaranjados. El sulfuro, la sal y el azufre que brotan de las entrañas de la tierra conforman una silueta casi indescriptible.

Pequeños lagos de sulfuro y azufre visten el desierto con trajes de agua y minerales de todos los colores. Tonalidades verdes y amarillas hacen juego con el chirrido lacrimógeno de los géiseres. Colores, textura y sonidos que, en otro contexto, sólo podrían formar parte de un más allá muy lejano.

Por aquí anda también el Volcán Erta Ale, el único volcán del planeta que mantiene en su cráter un lago de lava permanente. No es de extrañar que los lugareños, aunque decir aquí lugareños es situarnos a más de cien kilómetros, lo conozcan como la Puerta del Infierno.

El humo que en ocasiones surge de las grietas achicharradas del suelo casi nos llevan a pensar que ahí abajo, más cerca que de costumbre, se hallan los salones del infierno. En Danakil, con temperaturas que en muchas ocasiones superan los 50 grados centígrados, todo lo que se piense ya es un premio.

Foto Vía

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